Crítica Literaria de la obra "El valor de educar" de Fernando Savater Por Mª Ángeles y Francisco.
COMENTARIOS SOBRE “EL VALOR DE EDUCAR”
TEXTO:
Ensayo que incita a la reflexión, ya que el planteamiento filosófico en algunos de sus párrafos hace que el tema sea de importante trascendencia, seamos padres o no, debido a la enjundia que encierran tanto sus afirmaciones, como sus cuestiones.
En ocasiones, algunos pasajes del libro hay que leerlos con suma atención para llegar a comprender lo que a través de sus propias palabras, o las de otros autores versados en el tema de la educación, nos quieren decir.
CONTENIDO:
Cuando te adentras en la lectura, te ves obligado a razonar los múltiples argumentos que sobre el valor de la educación nos esgrime el autor. Nos plantea para empezar, la diferencia entre el hombre y el chimpancé, ya que siempre se les compara con los humanos, pero a diferencia de ellos, nosotros no dejamos de aprender nunca ya que debemos de ser conscientes, y de hecho lo somos, de nuestra ignorancia, sin olvidar que lo orgánico y lo social también nos distingue.
Pero ciñéndonos a la educación y su valor entre los seres humanos, nos hace ver que aprendemos a través de otros semejantes, pero a riesgo de que pareciésemos iguales, gracias a interactuar con otros seres humanos y vivir nuestras vidas en ambientes distintos, no somos idénticos, aunque parte del aprendizaje sea igual para un grupo y se haga por imitación.
Por lo tanto, la convivencia social es importante, ya que sin enseñanza y comunicación entre semejantes nuestro carácter humanizador no existiría.
Por otro lado, nos hace una comparativa de las dos figuras educativas que se distinguían en la antigua Grecia: el pedagogo, que pertenecía al ámbito familiar y transmitía valores de la ciudad, integridad moral etc. En realidad era considerado el verdadero educador, con una labor primordial e importante para la vida activa, y el maestro, colaborador externo de la familia, que enseñaba a leer, a escribir y aritmética, como un simple instructor valioso para la vida productiva.
Sin embargo, cuando entramos en el siglo XVIII, Diderot nos recuerda que se empiezan a invertir los papeles y es la enseñanza técnica la que comienza a valorarse sobre la cívico-moral, que en ocasiones llega a ser controvertida por la ideología religiosa o localista.
Llegado a este punto, uno se pregunta: ¿la educación de los griegos carece de valor?, ¿el Siglo de las Luces o de la Ilustración descubrió un mejor método para formar a los nuevos individuos?.
Honestamente creo que ninguna era desdeñable, sencillamente todo obedece a la evolución del hombre y con él las sociedades en las que vive, conllevando una readaptación de todos y cada uno de sus procedimientos con el fin de aportar nuevos valores educativos y avanzar con los descubrimientos que esos mismos seres humanos van aportando a las sociedades. No olvidemos, que como nos refiere el autor, el aprendizaje en general es algo que cada individuo desarrolla interminablemente y siempre puede ir más adelante.
No olvida en esta contundente exposición la influencia que las religiones tienen en los individuos, según los diferentes credos. Las escuelas que forman a las personas, no sólo en conocimientos, sino en esa labor de aprendizaje a través de la que poco a poco vamos aclimatándonos al condicionamiento que tiene la libertad. Nos recuerda que la ética es cosa de todos, para aprender a vivir mejor basándonos en la razón y la experiencia. Se detiene en la insolencia del neófito, pero la justifica e incluso la redirige planteando los debates con disidencia razonada como una forma de madurez. Saca a la palestra la petulancia de los adultos, sean profesores o no. En fin, que en estas breves 221 páginas hay tal intenso significado que todos y cada uno de los apartados merecerían un exhaustivo comentario, generando un ensayo complementario o paralelo.
Lo que se extrae de esta atenta lectura, es que el tema educativo es un tema en vigor que está permanentemente de actualidad y sometido a examen por todas las culturas, desde nuestros ancestros, por la importancia que tiene en cada sociedad el valor de educar, es decir, transmitir nuestros conocimientos y características. “El sentido de la vida humana no es un monólogo”, nos avisa el autor. (Página 33).
Por consiguiente, es responsabilidad de maestros, educadores y padres esta tarea universal, como es la educación, ya que como hemos podido observar la palabra “educar” engloba muchos significados y abarca muchos conceptos, conjugando tradición e innovación, nos enseña el autor que: “la cultura no es para consumir, sino para asumir” (Página 95).
Así pues, hemos de estar receptivos para que esta lectura nos resulte fructífera y aleccionadora, aunque no exenta de dificultad.
Acertados los párrafos extractados al final del libro con los que nos quiere, no sólo ampliar información, sino dar un valor añadido a su exposición.
Bilbao, a 13 de diciembre de 2010
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